Travesías por la obra de Margit
Pequeña guía de viajes
por Cecilia Rabossi
Historiadora de Arte (UBA)
Fundación OSDE
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Margit Eppinger Weisz fue una artista húngara que, por el devenir de la historia, vivió en la Argentina. Una mujer libre, que tomó importante decisiones a lo largo de su vida. Estas decisiones requirieron diversas travesías para poder ser concretadas, como viajar sola a Berlín y París en los años veinte para estudiar y trabajar, fugarse de Budapest para salvar la vida de su familia, emprender viajes exploratorios en búsqueda de un lugar de residencia o, ya mayor, visitar múltiples ciudades del mundo para registrar en su pinturas y dibujos paisajes, personas y atmósferas.
Este ensayo, como la exposición que se presentó en la Fundación OSDE, propone un viaje, con su poder transformador, por la fascinante vida y producción artística de esta artista que, pese a las vicisitudes que debió enfrentar, continuo en constante creación.
Viaje de formación y retorno al hogar
Margit comenzó a tomar clases con el pintor Adolf Fényes pese a la resistencia familiar a que estudiara pintura. Su obra se inscribió en los realismos de entreguerras.
A mediados de la década del 20, decidió emprender un viaje de estudio. No tenemos precisión de las fechas de inicio de este viaje pero sabemos que comenzó en Berlín con una estadía que se prolongó por un año. Luego continuó en París, donde residió por tres largos años. Allí se contactó con el mundo artístico y el de la moda, y colaboró con figurines e ilustraciones en diversas publicaciones.
A través de los relatos familiares, sabemos que Margit se resistía al casamiento en pos de su libertad para desarrollar su carrera artística. Pese a esta posición, en 1930, regresó a Budapest y se casó con Lorand Eppinger. En 1933 y 1936, nacieron sus hijos Marion y Ervin. Este hecho no detuvo su producción y en esos años participó en salones locales.
Viaje en fuga para salvar la vida de su familia
En 1939, Europa se sumerge en los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Si bien las leyes antijudías estaban vigentes en Hungría, a partir del 18 de marzo el ejército alemán invadió el país. Frente al temor de que Hungría se separará del Eje, temor que se fundaba en que el Regente Horthy y el Primer Ministro M. Kallay habían intentado negociar un armisticio con los aliados y romper de esta manera su alineamiento con el Eje, Hitler ordenó la ocupación del país. El Regente Horthy fue confinado en el Castillo de Budapest aunque mantuvo su cargo y fue nombrado como Primer Ministro el General Döme Sztójay.
Durante un bombardeo aliado, el 4 de mayo de 1944, la fábrica y la casa familiar se incendiaron. Su pintura Vice Lánya, si bien guarda los vestigios de las llamas, fue de las pocas cosas que sobrevivieron. Ella representa la obra más antigua de su producción que ha llegado a nuestros días.
A mediados de mayo, comenzaron las deportaciones en masa de los judíos a los campos de exterminio. El coronel de la SS Adolf Eichmann, se trasladó a Hungría para supervisar las deportaciones junto a las autoridades húngaras, una manera de asegurar la implementación de la Solución Final. Entre el 15 de mayo y el 9 de junio de 1944, se deportaron a 437.402 judíos.
Marion Eppinger recuerda:
[…] mis padres no tenían duda que luego de terminar la tarea en el interior del país, le tocaría el turno a los habitantes de la ciudad capital y tomaron la decisión de escapar […].
Ante esta situación de peligro extremo, Lorand y Margit decidieron huir a Eslovaquia. Gracias a la ayuda de la familia Máriássy, una familia húngara, católica y aristocrática que los ocultó, pudieron sobrevivir. Cuando Marion describe lo realizado para sobrevivir, ella se sentía parte de un engranaje, de “un equipo de salvataje” comandado por sus padres.
Frente al avance del ejército ruso, Horthy ordenó, el 7 de julio de 1944, interrumpir las deportaciones. En agosto, destituyó al gobierno de Sztójay y reanudó las gestiones para lograr un armisticio. En octubre, próximo a las negociaciones finales con el ejército soviético, se produce un golpe de estado, auspiciado por los alemanes. Ferenc Szálasi, líder del partido fascista de la Cruz Flechada, arrestó a Horthy y asumió el poder entre 15 de octubre de 1944 y el 28 de marzo de 1945. Durante ese período, la Cruz Flechada instauró un reinado de terror contra los judíos. Cientos de personas fueron asesinadas sádicamente.
En enero de 1945, con las fuerzas soviéticas instaladas en Pest, Hungría firmó el armisticio. El 13 de febrero, los soviéticos liberaron la sección Buda. Hacia abril, las tropas expulsaron a los alemanes y a sus colaboradores de la Cruz Flechada que gobernaban el país.
Emprender el regreso
A principio de 1945, liberados por las tropas rusas, Margit y su familia emprendieron el regreso a Budapest, un travesía dura pero con la esperanza de estar nuevamente a su ciudad.
[…] Las rutas y vías del tren estaban en ruinas y conseguir algún lugar en un tren de carga o un carro de caballos era una hazaña, fruto de largas negociaciones. Pero finalmente mis padres consiguieron un medio para regresar a mi hermosa ciudad […] Al llegar a la estación del ferrocarril en las afueras de la ciudad, lo primero que vi fueron montañas de tierra, escombros […] La ciudad era una ruina […].
Pese a la destrucción de la ciudad y la pérdida personal de su casa y de la fábrica, Margit activó los lazos con la escena artística. En poco tiempo volvieron a levantar la fábrica y acondicionaron un departamento que quedo registrado en su pintura Sin título (c. 1946-1947). El punto de vista seleccionado para pintar este interior permite visibilizar dos de sus habitaciones. Con economía de recursos, representa solo algunos objetos y muebles que identifican el lugar. Una línea gruesa, negra, contornea todo lo representado y encierra planos de color. Las figuras pierden los rasgos distintivos, sus rostros no presentan ni ojos, ni nariz, ni boca, ni cejas; están vacíos. Parecieran mirar hacia el frente, en dirección a la ubicación de la pintora, pero miran sin ver.
En esos años de la inmediata posguerra, entre 1945 y 1947, su casa se convirtió en un lugar de encuentro. Las visitas de artistas –como Corneille, Jacques Doucet, Jenö Barcsay, María Modoc-, escritores –como Louise Aragon– y músicos –como Sándor Reschofsky, Zoltán Kodály– quedaron registradas en un pequeño cuaderno de visita perteneciente a su hija Marion. Su contacto con el agregado cultural francés François Gachot ayudó a esa activación de los vínculos. Como describe el escritor Sándor Márai en su libro ¡Tierra, tierra!:
La ocupación militar, la presencia de los comunistas, severa pero por momentos discreta, provocó –después del primer susto– una actividad frenética en los ciudadanos […].
Margit era una artista reconocida en el mundo artístico húngaro y fue una figura relevante en el resurgir de la escena artística. Como plantea la historiadora húngara Veronika Pócs en su ensayo, este periodo breve entre 1945 y 1948:
[… ] representó en la historia del país durante el siglo XX, una de las épocas más propicias –aunque trágicamente corta– tanto en términos sociales, políticos, como artísticos. Los artistas húngaros aspiraban a una revitalización cultural y artística, antes de que fueran relegados a la periferia de Europa, regida por una ideología restrictiva, detrás de la “cortina de hierro”, donde se prohibía a nivel de la política partidaria cualquier rezago de progresismo”.
También se vinculó con los artistas que conformaron el movimiento llamado “Escuela europea” concentrado en la pequeña ciudad de Szendtendre que, como plantea Claudia Küssel, por sus búsquedas e ideales “… pueden considerarse como la contraparte húngara del movimiento Cobra Internacional que se fundó en 1948”. Convivían dentro del movimiento diversas expresiones artísticas:
La escuela europea no tenía un estilo específico propio, sino que formaba una síntesis de diferentes estilos que se habían desarrollado dentro de las artes visuales de Europa, como el surrealismo, el expresionismo, el constructivismo, el cubismo, el fauvismo y el arte abstracto. Los artistas no copiaron estas tendencias, crearon nuevas interpretaciones, liderando nuevas dimensiones y significados .
Viaje al Horror. Los dibujos para preservar la memoria
Más allá de restablecer los vínculos y contribuir a reactivar la escena artística, en definitiva, volver a tener una vida normal, Margit sintió la necesidad de ser testigo de la historia. Esa necesidad la llevó, a fines de 1945, a presenciar el juicio del Tribunal del Pueblo a los jerarcas húngaros nazis. En un breve texto biográfico, Margit señalaba que “fue la única artista autorizada a asistir a los juicios contra los criminales de guerra para poder retratarlos”.
Sus dibujos, rápidos y expresivos, realizados en carbonilla, tenían que cumplir la función de reflejar lo que sucedía. Margit interpretó el lenguaje corporal de los acusados, capturó sus expresiones y posturas, precisaba plasmar las imágenes de los culpables frente a la justicia. Además de representar a los criminales, sus dibujos se detienen en el proceso judicial, aparecen los fiscales -István Mándi Nagy y a László Frank- y los testigos -Jenö Rácz-. También registró de una de las piezas el momento de la acusación. A diferencia de las fotografías que registraron las jornadas del juicio, su trazo develaba la emoción que le producía ser testigo privilegiado de ese momento.
Margit precisaba comunicar los hechos que acontecían en el tribunal a través del medio que conocía a la perfección que era la retratística. Por ese motivo, sus dibujos preservan el detalle, capturan los rasgos, comportamientos y gestos e interpretan el lenguaje corporal.
En sus dibujos quedaron registradas varias jornadas de los juicios: asistió al juicio contra Béla Imredy realizado en diciembre de 1945 así como al juicio contra Ferenc Szálasi y varios integrantes de su gobierno en febrero de 1946.
Estos juicios se llevaron a cabo en el Gran Salón de la Academia de Música. Si el juicio es una representación, en este caso esa idea se llevo al extremo al ubicar el tribunal y todos los actores el proceso sobre el escenario, dejando las plateas y los palcos para otro actor principal, el público asistente. Como plantea Ignacio Tedesco:
[…] En el ritual judicial, el público se constituye como un verdadero integrante de una Asamblea […] Es tanto un testigo privilegiado, como un espectador anónimo. Se trata de un sujeto llamado como un miembro de la comunidad a los fines de definir qué fue lo acontecido o se presenta espontáneamente con el objeto de presenciar las instancias del conflicto […] Como jurado o como público en general, es un sujeto colectivo que se constituye como uno de los elementos centrales de todo ritual judicial. Es más su presencia trasciende los límites de la sala de audiencia frente al público que no pudo estar allí, esto es, a la comunidad toda […].
Margit fue parte de ese público y su presencia activa permitió registrar lo que allí ocurría y llevar los hechos por fuera de los límites de ese tribunal y del tiempo como testimonio. Puso su hacer artístico al servicio del resguardo de la memoria.
A diferencia del público asistente, Margit logró acceder a un lugar privilegiado que le permitió estar enfrente a los responsables del horror. Poner su oficio para registrar a Ferenc Szálasi, Jenö Szöllösi, Károly Beregfy, Sándor Csía, Gábor Kemény, Gábor Vajna, Béla Imrédy, Edmundo Veesenmayer. Ella que había sufrido la persecución y discriminación con la aplicación de las leyes antijudías y posteriormente escapó para salvar su vida y la de su familia de las deportaciones masivas, tenía ante sus ojos a los responsables.
Su ubicación fue sobre el escenario. Sus dibujos coinciden con los puntos de vista desde donde se realizaron los registros fotográficos sobre el juicio que quedan en los archivos existentes, lo que nos lleva a pensar que Margit estaba ubicada junto a los fotógrafos y se movía por detrás de los Jueces lo que le permitía hacer retratos frontales de los acusados y, en muchos casos, las cabezas de los integrantes del tribunal se encuentran representadas señalando su posición. También esta ubicación le permitió representar al público, una masa sintetizada en formas geométricas y líneas que constituyen un elemento expresivo de suma importancia que, en ocasiones, tiene la misma relevancia que los retratados. Incluso, mientras Szálasi declaraba, la artista realizó un retrato que no guardaba la fidelidad con el retratado como en otros casos, sino que el rostro tiene una expresión deformada que devela la furia y traduce las palabras vehemente, antisemitas y mentirosas de su declaración.
Ante el miedo de caer en la estetización ¿Se puede representar horror?. Como plantea Sandra Lorenzano “el arte nos proporciona el mejor modo de ir tejiendo la trama sutil que nos permita rodear lo innombrable”. Frente al interrogante de cómo transmitir a generaciones futuras hechos aberrantes, Margit señalar a los culpables de los crímenes cometidos en Hungría, representándolos frente a la justicia.
Viajes exploratorios en busca de un lugar donde vivir
El avance del comunismo y las restricciones que comenzaban a vislumbrarse hicieron que el matrimonio Eppinger Weisz decidiera irse el país. Marion recuerda que frente a cierto entusiasmo suyo ante “las promesas del paraíso terrenal” difundidas por la propaganda soviética, sus padres:
[…] decidieron alejarse de los escenarios conflictivos de la Europa de posguerra y terminaron emigrando a estas lejanas tierras del generoso sur.
Un recorriendo el pasaporte de Margit, permite reconstruir el itinerario realizado para encontrar un lugar donde vivir, un lugar de residencia luego de tomar la difícil decisión
de emigrar de su país perdiendo nuevamente todo: la fábrica, su casa, sus obras, sus libros y, fundamentalmente, su país.
Durante el año 1947, viajó a Suiza, Francia, Bélgica, Austria, Italia hasta decidir que su destino era Sudamérica, más precisamente Argentina.
En mayo de 1948, Margit obtuvo en el consulado argentino de Zurich el visado para viajar a la Argentina. Su llegada a Buenos Aires se concretó el 2 de julio de ese mismo año. Para ayudar a la economía familiar, colaboró con sus diseños en diversos talleres de indumentaria. Esta dedicación a la confección de ropa, llevó a Margit a abandonar la pintura. En 1949, solo pintó una obra, Miedo, que sintetiza los miedos pasados en su Hungría natal pero también los miedos al enfrentar una nueva tierra, una lengua que no era la suya, la incertidumbre del futuro. En un primer plano una figura femenina nos mira fijamente. Su posición totalmente frontal, una línea negra que remarcan sus contornos aplanando la figura y las proporciones que se alargan intensifican la idea de desolación. La línea negra se extiende al paisaje y le sirve para estructurar las áreas de color. Línea que ya había utilizada en Hungría para realizar algunas sus pinturas.
En el año 1959, comenzó a trabajar exclusivamente para la empresa familiar dedicada a la producción de ropa de punto. No sólo dibujaba los modelos también confeccionaba los moldes con las instrucciones para la elaboración de las prendas.
Esta incursión en el mundo de la confección se extendió a hasta mediados de década del 60, momento en que Margit retornó a la pintura. Cualquier material -óleos, témpera, acuarela, carbonilla, marcadores- servía para pintar fieles retratos, diseñar múltiples paisajes y plasmar mundos imaginarios.
Margit tenía urgencia de pintar. Y esa urgencia la llevó a producir profusamente. Los muros de su casa comenzaron a cubrirse con sus pinturas. El largo tiempo transcurrido sin pintar produjo esta necesidad de exhibir sus obras aunque quedará reducida al ámbito familiar, doméstico.
El tiempo dedicado a viajar junto a su esposo Lorand por Europa, Latinoamérica y África fue un tiempo de producción fecunda. Indagar otras geografías, llevaron a Margit a interpretar en sus obras lo imprescindible.
Desde una pintura figurativa, incursionó en los géneros del retrato y el paisaje.
En sus primeros retratos –Vice Lánya (1923), el retrato de Marion de niña (c.1940) o la mujer del sombrero (1940)– trabajó con una línea y un modelado cuidado en búsqueda de lograr el parecido. A mediados de los sesenta, cuando retorna a la pintura, sus obras se van liberando para conseguir otras calidades en el sombreado, en la expresividad de las líneas o en los acentos.
Sus retratados ocupan la totalidad del soporte, sea tela o papel. Estos primeros planos se destacan en un entorno exento de detalles o reducidos a una mínima presencia, lo que intensifica la expresión y concentra la atención en la persona representada. Los rasgos fisonómicos así como la mirada cobran relevancia por la captación de la subjetividad. Los retratos que han llegado a nosotros, salvo excepciones, se centran en el mundo familiar: su marido Lorand, su hija Marion, sus nietos, su consuegro Jacques Helft, su yerno Jorge y su nuera Mónica son sus modelos que quedaron inmortalizados, a veces al óleo, otras en carbonilla o en pastel, siempre con una gran fuerza expresiva.
Esa expresividad se extendió en la realización de los retratos del artista Libero Badii y del crítico de arte Sigwart Blum. Margit capta en trazos nerviosos lo esencial de estas destacas figuras de la escena artística local.
Otro de los géneros desarrollado en su pintura fue el paisaje. Generalmente, muchos de sus paisajes ya sean urbanos o naturales están deshabitados para concentrar la atención en los volúmenes arquitectónicos, en la construcción espacial a partir de planos de color o elementos naturales, como troncos o el mar, construidos con líneas expresivas. Otras vez, esos paisajes se pueblan de grupos de personas como las bahianas que avanzan por las calles de Salvador, Bahía, los participantes a una misa en Sudáfrica o personas en el interior de un ómnibus en Tahiti, figuras realizadas en pocos trazos que exhiben movimiento, naturalidad en sus posturas corporales y expresiones que si bien no son naturalistas, expresan estados de animo.
Podemos imaginar a Margit como un flâneur que explora las ciudades visitadas con los sentidos alerta para capturar los matices y contrastes de esos lugares. Una investigadora que observa con agudeza como plantea Walter Benjamín en su Libro de los pasajes con:
[…] su ojo abierto, su oído preparado, buscan otra cosa distinta a la que la muchedumbre viene a ver. Una palabra dicha al azar le va a revelar uno de esos rasgos de carácter que no pueden inventarse y que hay que tomar del natural; esas fisonomías tan ingenuamente atentas van a proporcionar al pintor una expresión que el soñaba […].
Entre el 5 y el 29 de noviembre Margit expuso por primera vez en Buenos Aires. Su exposición Margit Eppinger. Óleos se presentó en Martina Céspedes Arte Libros en San Telmo junto a la obra del escultor Alberto Garzón. Si bien sus producciones convivían en el espacio de la galería, cada una era una muestra en si misma. En la selección de Margit predominaba, mayoritariamente, su producción argentina o cosmopolita aunque incluía algunas obras históricas como Vice Lánya (1923), La Iglesia (1931), Mujer embarazada (c.1946). En su crítica en el diario Argentinesches Tageblatt, el crítico de arte Sigwart Blum destacaba:
[…] Es una pintura detrás de la cual una mujer con gran capacidad de observación se deja estimular por el motivo, sea una figura, un objeto o un paisaje. Un buen complemento de las pinturas, que se originaron en tiempos anteriores, son los dibujos en crayón ejecutados en los últimos cinco años durante los viajes a Europa, América y África. En ellos se hace visible el cambio hacia un estilo más expresionista, con contornos fuertes y nerviosos ritmos, con aguda claridad y seguridad en el trazo con el que Margit Eppinger logra un camino de cambio, un colorismo bien orquestado que transmite una vivencia entusiasta del dibujo. La restricción a estás imágenes de viajes, que son mayoría, le dio a esta muestra una fuerte coherencia sobretodo en relación a la mirada doble. Porque una parte de la galería esta dedicada a las esculturas y alhajas de Garzón que debo señalar que se complementa de manera armoniosa […].
El crítico señalaba el importante poder de observación del mundo circundante que poseía Margit que le permitía captar en el apunte rápido de sus dibujos: lugares, personas, atmósferas. Con un dibujo expresivo, potente de color, la artista representa distintos lugares del mundo. En sus viajes realizados, pintaba en papeles o cartones entelados de diversos tamaños el impacto que le causaba las distintas culturas a las que se enfrentaba. Como instantáneas, Margit captaba lo primordial de esas personas y paisajes. En ocasiones alguna figura u objeto servía solo como referencialidad espacial, como anotación del entorno. En otras, sus encuadres de la escena o sus puntos de vista del registro arquitectónico y urbano la obligaban de rebatir el plano de la composición para representar todo lo que quería mostrar.
A veces sus paisajes aunque partan o representen un paisaje real, remiten a un paisaje imaginado, con características oníricas como en el caso de Paisaje – Norte (1968) o Misa africana (1976). Otras veces, Margit olvida la referencia espacial para trabajar definitivamente con lo fantástico. Así en su obra Sin Título de 1984, figuras munidas de paraguas o de flores gigantes caminan sobre una especie de rueda o un particular arcoiris. Unos pocos trazos le permiten dar movimiento a la escena, la inestabilidad de las posturas de las figuras se contrarresta con el empleo explosivo del color.
Este ensayo se propone como una guía de viaje por la producción artística y la sorprendente historia de Margit Eppinger Weisz y busca la puesta en valor de esta importante artista y de su proceso creativo.